top of page

¡Comienza la cuarentena!

  • Foto del escritor: Lucía P. Álvarez
    Lucía P. Álvarez
  • 16 mar 2020
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 13 abr 2020


La década de los 20 ha empezado con una pandemia mundial. Así, sin avisar. Nadie lo vio venir, aunque lo bueno es que así nunca habrá confusión con los otros años 20. Unos fueron felices y de desenfreno, guardando alcohol clandestino por la Ley Seca, y los otros comienzan llenando la despensa de papel higiénico ante la incertidumbre de los acontecimientos. Parece un escenario apocalíptico, y lo es, pues cuando escribo estas líneas estoy confinada en mi casa, después de que el gobierno haya decretado el estado de alarma. Lo cierto es que llevamos un par de meses sin tomarnos esta situación en serio y culpando al mundo de ser alarmista e hipocondríaco. Porque, seamos serios, una gripe no nos va a dejar sin trabajo. Sin salir de cañas con amigos. Sin visitar a familiares. Sin realizar ese viaje que teníamos pendiente. Sin asistir a ese partido de baloncesto. Sin ir a ese concierto. Sin dar paseos. ¿No?


Pero lo cierto es que sí. Hemos necesitado varios decretos ley, policías patrullando en las calles y poniendo multas, drones avisándonos de que nos vayamos a casa y miles de posts regañándonos en las redes sociales a las que, sin duda, nos volveremos adictos. #YoMeQuedoEnCasa #QuédateEnTuPutaCasa.


“¿Qué vas a hacer estos quince días?”, me preguntan. Yo me he mentalizado de que no van a ser quince días, van a ser más. ¿Es esto el espíritu de supervivencia del que hablan los aventureros? Siempre he pensado que yo no podría sobrevivir a las penurias de una guerra, pero desde luego que voy a aguantar bien el confinamiento en casa. Al final, ser hija única me da ventaja. Muchos años de entretenimiento en solitario, así que podré aguantarlo. Bien es cierto que no es lo mismo vivir en una casa en Galicia que vivir en un piso de 50 metros cuadrados en Madrid. Pero, si pude entretenerme entonces, como no lo voy a hacer ahora, que voy a vivir con tres amigas. He sido muy afortunada. Podría estar viviendo sola, con desconocidos que aprovecharán la cuarentena para seguir sin ducharse o con un novio al que estoy a punto de dejar.


Las chicas y yo vivimos en un piso situado a escasos metros de La Quinta del Sordo donde Goya plasmó sus pinturas negras. Quizá en dos semanas acabemos como Saturno y su hijo o empecemos a pintar aquelarres en las paredes, pero por el momento hemos comprado paquetes de pasta, cervezas y juegos de mesa. Llevamos casi tres años viviendo juntas, pero esta será nuestra prueba de fuego. Cada una ejerce un papel, cada una tiene una función para mantenernos a flote. Tenemos 25 años (vamos para 26) y toda la vida por delante.


Estefanía (Fani para los amigos de infancia) cree que no va a aguantar varios días seguidos sin pisar la calle. Sin embargo, es la que toma más precauciones. Lleva una semana tosiendo delicadamente en su codo, evitando el posible contagio, siguiendo las instrucciones de las autoridades. Día a día le van notificando si puede teletrabajar al día siguiente, como si de un concurso de superar pruebas se tratase. Si hoy habéis sido productivos, nos vemos mañana por teleconferencia. Nos ameniza tocando la guitarra y cantando en el balcón, algo que, sin duda, hasta los vecinos agradecerán estas semanas.


Belén ha traído a casa su mesa de oficina. Literalmente. El viernes tuvo que coger un taxi para traer el ordenador de sobremesa y estar conectada. Está pendiente de las consecuencias que las nuevas leyes van a tener para los trabajadores. Unas consecuencias nefastas que, desde luego, preferiría no tener que gestionar. Para combatir el estrés que eso supone, es la única preocupada de que realicemos una rutina diaria de entrenamiento, después de acudir al gimnasio hasta el último día de libertad. Cuarentena sí, pero cuarentena libre de celulitis.


Elena está pasando la cuarentena en casa. Lleva más tiempo de confinamiento que nosotras y, por trabajo, tiene que llevar un seguimiento de los datos del coronavirus, por lo que debería necesitar más distracciones. El té, los vídeos de cachorros y los filtros de Instagram le ayudarán. Cuando salimos de casa para donar sangre, aprovechó para hacer declaraciones a la AFP, gracias a las que salimos en un medio internacional: "Somos cuatro compañeras de piso, y en cuanto vimos el aviso y que había centros de salud desbordados, nos organizamos y vinimos aquí", se puede leer en la nota de agencia.


La cuarta integrante del piso en cuarentena soy yo, Lucía. Creo que me he quedado sin trabajo porque el Museo del Prado ha cerrado al público. Como compensación cultural, las mantengo al día con la actualidad tuitera y los memes que los activistas están realizando en estos duros momentos.


Comienza la cuarentena.

Comentarios


  • Negro del icono de Instagram
  • Icono negro LinkedIn

©2020 por Lucía Pérez Álvarez

bottom of page