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¿Es que nadie va a pensar en los niños?

  • Foto del escritor: Lucía P. Álvarez
    Lucía P. Álvarez
  • 22 abr 2020
  • 3 Min. de lectura

Si los primeros agraciados con permiso para salir a dar un paseo fueron los dueños de perros, ahora serán los dueños de niños, como diría Homer Simpson. El gobierno ha anunciado que el 27 de abril comienza el “alivio del confinamiento” y se abrió la caja de los truenos, por lo que afrontamos la sexta semana de cuarentena con los ánimos caldeados. Cada nuevo bulo sobre los planes de “desescalada” es directamente proporcional a la aparición de falsos expertos en pandemias que aseguran que ellos lo gestionarían mejor.


El sábado compareció Pedro Sánchez para decir que los menores de 12 años podrían salir a la calle acompañados de un adulto. Nadie sabe exactamente qué está pasando en Moncloa, en el consejo de ministros o en el comité de expertos, pero el martes por la mañana anunciaron que no, que los menores de 14 podrían salir pero únicamente para acompañar a sus padres al supermercado o a la farmacia. En un arrebato de angustia colectiva, después de estos titubeos de los responsables, la sociedad cogió sus antorchas y exclamó “¿pero es que nadie va a pensar en los niños?”, como hizo en su momento Helen Lovejoy, la mujer del reverendo de Springfield. Se incendiaron las redes sociales, se indignaron los oportunistas representantes de la oposición, a saber qué pasó en los grupos de whatsapp familiares, y, cinco horas después, el gobierno rectificó y dijo que no, que era bromi. Que “nos han escuchado” (saludos para ti también, Mark Zuckerberg) y que los niños podrán salir a pasear atados en corto y que mejor no toqueteen nada del Mercadona.


En mi piso no tenemos ni perros ni hijos y toca esperar novedades. Además vivimos en Madrid, ciudad con varios millones de habitantes y epicentro de la epidemia del coronavirus, así que asumimos que seremos las últimas en salir a la calle. Ayer me llamó mi madre y me dijo que a ella le apetece salir a dar un paseo por el monte o por la playa, que ya ves tú a quién molesta si sale a caminar. Si antes no se cruzaba con casi nadie, ahora menos. Y es que Españas hay muchas, pero las más diferenciadas son la rural y la urbana. Ayer me decía mi compañera Elena, cuyo trabajo consiste en hacer seguimientos de la situación, que en las Islas Canarias están un poco mosqueados porque tienen sus casos controlados y, sin embargo, viven con las mismas restricciones que en la península. Parece que nadie piensa en las Canarias como nadie piensa en los niños y un poco absurdo sí que es, pero no quiero ser cuñada. Lo único cierto es que estas maniobras y volantazos de las autoridades (nadie sabe a ciencia cierta qué va a pasar con el curso académico, por ejemplo) no ayudan a calmar los ánimos y transmiten de todo menos confianza.


Por otro lado, ya sabemos que hecha la ley, hecha la trampa y a todos nos han contado historias de gente que se salta el confinamiento y se ha marchado a su casa o ha ido a visitar a amigos y parejas con excusas ingeniosas. Yo misma me lo he planteado en algún momento de flojera, como si fuese necesario inyectarme una dosis de adrenalina en estos tiempos de clandestinidad, pero sé que a la larga no merece la pena.


Ya veremos qué pasa a partir del día 27 y cómo se pone en marcha el estraperlo de niños.



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©2020 por Lucía Pérez Álvarez

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