El fin del tupper
- Lucía P. Álvarez
- 30 mar 2020
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 13 abr 2020
Sin lugar a dudas, una de las peores cosas de trabajar es tener que hacer tuppers. Después de un día de trabajo, llegas cansada a casa y tienes que cocinar para el día siguiente, por lo que acabas tomando comida recalentada, repetitiva y poco variada todos los días. Pero la epidemia del coronavirus ha cambiado nuestra dieta durante al menos un mes, para bien o para mal.
Las chicas teletrabajan y yo técnicamente estoy de vacaciones (ahora mismo estaría de viaje), así que hago comida para cuatro todos los días. No es que yo sea una cocinillas ni mucho menos, pero no hay comparación entre la comida recién salida de la olla y la recalentada en un recipiente. Tal es la situación, que el primer día hicimos pollo estofado con las cervezas Mahou sin alcohol que llevaban meses ocupando espacio en la nevera. No sé ni cómo llegaron hasta allí y tampoco quiero preguntarlo, pero lo cierto es que estamos innovando con cosas que antes no imaginábamos.
No estábamos preparadas para el confinamiento, de ahí la desesperación de Fani y Elena por no haber comprado plantas o arcilla o algo que implicase una actividad manual con la que distraerse. Sin embargo, los astros se alinearon cuando una amiga de Belén se mudó de ciudad dos semanas antes del estado de alarma y nos dejó su horno portátil. A punto estuvimos de tirarlo por falta de espacio, pero ahora nos está salvando la vida y hemos hecho bizcochos por primera vez en tres años.
Esta mañana, un repartidor ha despertado a las chicas tocando el timbre mientras yo dormía profundamente. Cuando llegué a la cocina para desayunar, vi en la estantería botellines de 1906 que, estoy segura, ayer no teníamos. Y es que la madre de Fani, Susi, nos ha enviado kilos de comida por correo preocupada por nuestra alimentación. “Yo creía que eran las 250 cápsulas de Nespresso que pedí, pero no. Es que mi madre me dijo que me mandaba una cajita y al final nos envía tres con comida para un mes”, dice Fani entre risas. Latas de atún, mejillones y sardinas, harina, guantes, papel higiénico (bien ahí) e incluso tomate Solís, “que a mí no me gusta y a ella tampoco”, sigue Fani. Los envíos de Susi son nuestro regalo de Navidad particular, ya que por el 26 cumpleaños de su hija le envió una mariscada por Seur de la que disfrutamos todas. Best birthday ever.
Esto de hacer comiditas más elaboradas, merendar y hacer más tablas de embutidos para cenar tiene daños colaterales que se amontonan en nuestras cartucheras. La primera semana de cuarentena lo compensamos con sesiones de entrenamiento de Youtube con Patry Jordan. La segunda semana perdimos a Belén, que hacía horas extra en el trabajo desde su habitación, así que, bueno, nos saltamos el ejercicio. Nos quedan, como mínimo, dos semanas más.
Inevitablemente a la vuelta tendremos kilos de más, pero habremos recuperado nuestro paladar libre de tuppers y estaremos un poco más bronceadas.
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