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Eso ya no lo puedes hacer

  • Foto del escritor: Lucía P. Álvarez
    Lucía P. Álvarez
  • 3 abr 2020
  • 2 Min. de lectura

“Pf, vamos a estar tanto tiempo aquí que ni estoy viendo la web de Zara”, murmuró un día Belén mientras hacíamos una porra sobre cuando vamos a volver a la normalidad. Me hace gracia que echar un ojo a la ropa nueva de Zara sea para nosotras un hábito banal e intrascendente pero tan cotidiano, que marca la diferencia entre ser libre o estar aislado.


Cuando puedes salir y entrar sin dar explicaciones no les das importancia a ciertas cosas. El mes de febrero, el último que estuvimos despreocupados por un virus que “solo es una gripe fuerte”, pasé bastante tiempo en mi habitación. No me apetecía salir mucho y tenía que ahorrar, así que me distraje leyendo libros en portugués y buscando series a las que engancharme. “Ya saldré más con la llegada del buen tiempo”, pensaba. Solo salí de Madrid el último fin de semana para celebrar el cumpleaños de Sara, cuando fuimos a las termas de Outariz en una sesión conjunta de relax sin precedentes. Hablamos mucho sobre el coronavirus, sin creernos todavía el impacto que tendría después. Mis padres bromearon con no verme el pelo en todo el fin de semana, pero les aseguré que ya haríamos algo en Semana Santa. Ja.


En estas tres semanas se han pospuesto muchos planes. Algunos conllevaban dinero que ya me han devuelto (vuelos, alojamiento, cursos o un partido de baloncesto, todo cancelado), pero otros eran planes triviales: ponerme ropa de entretiempo, celebrar los 26, ver el estreno de A Quiet Place 2, conocer gente nueva, tomar algo en la Plaza de la Paja sin que haga demasiado calor, dar un paseo por el Madrid de los Austrias, comprar el huevo de Pascua de mi ahijada… Son estas cosas sin importancia las que más echo de menos ahora.


Las chicas lamentan no haber sido previsoras y comprar plantas. O tener materiales para arreglar la mesa de la terraza. O no tener esterillas para poder hacer estiramientos y yoga sin dejarnos las rodillas en el intento. O tener moldes grandes para que Fani haga más pan casero. O ayer mismo lamenté no tener un bote de pintura blanca y renovar mi habitación llena de manchas y pegotes de pósteres de algún inquilino anterior. Y es que ser libre también era poder hacer cosas sin consecuencias.


Sin embargo, y tristemente, estar aislados nos da un respiro por otro lado, como demostró ayer Nacho Carretero subiendo una foto sin contaminación desde plena Gran Vía madrileña.



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©2020 por Lucía Pérez Álvarez

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