Fiesta por videollamada
- Lucía P. Álvarez
- 19 mar 2020
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 13 abr 2020
Cuando el universo vuelva a funcionar con normalidad, libre ya de virus infecciosos, tengo una cita en Delirio, la discoteca favorita de mi amigo Jose. Ayer fue su cumpleaños y ha tenido que celebrarlo en su casa, a puerta cerrada, como cuando los aficionados ultras de un equipo la lían parda y el club es sancionado sin público que le aplauda. Celebrar tu cumpleaños en casa no está mal, el problema es que la casa de Jose es Delirio y no el piso donde vive. Sin embargo, no hay que tomarse esto como un castigo, sino como una anécdota. Los nacidos en marzo podremos contar que soplamos las velas durante el histórico acontecimiento de La Cuarentena.
Si hay que decir algo positivo del confinamiento es que nos ha pillado en el siglo XXI y con redes sociales. Porque aunque sean perjudiciales y adictivas, nos ayudan a estar más cerca los unos de los otros. Ayer hicimos una videollamada grupal para estar un ratito con Jose o, al menos, estar juntos simbólicamente vía telefónica. Conexión internacional en directo con Marlen, Paz y conmigo desde Madrid y con Aitor desde Luxemburgo. En otra época tendríamos que enviarnos cartas por correo postal, algo que sin duda añadiría un toque de romanticismo, misterio y expectativas al asunto, pero la verdad es que whatsapp es más eficiente.
Cuando estás en cuarentena es complicado hacer una fiesta sorpresa y te ves obligado a improvisar. Nos descargamos una app que se llama “Houseparty”, que te permite hablar con tus amigos y además jugar a una especie de trivial, un pictionary o un adivina quién soy. Nos preparamos para recibir a Jose, cada uno con su espacio en la pantalla del móvil dividida en cinco. En las casillas de arriba estaban Paz, con un antifaz de cumpleaños y unas velas, y Marlen, con una corona (sin virus, una corona rosa con velas de juguete). En la casilla de abajo estaba Aitor desde su jardín con un mechero en una mano y un trozo de tarta en la otra. A su lado, yo con unas guirnaldas de unos animales con gorritos. Al rato, Jose se incorporó a la videollamada, como si entrase por la puerta de la fiesta sorpresa que le teníamos preparada, y le cantamos el cumpleaños feliz.
Fue una escena divertida. Jose sopló desde su habitación en Vallecas una vela que tenía Aitor a 1700 kilómetros, pero confío en que la magia exista y su deseo se cumpla igualmente. La tarta se la comió Aitor, porque las videollamadas están inventadas, pero el teletransporte todavía no. Tendremos que esperar unos años para eso.
En los cumpleaños infantiles, mis amigos y yo jugábamos al escondite y al Twister. En los cumpleaños de adolescente y adulta, nos dedicamos a beber copas y a salir de fiesta. En un cumpleaños en cuarentena hay que encontrar un término medio, así que jugamos a un concurso de preguntas sobre personajes famosos americanos. Todos aprendimos algo con aquello, Aitor incluido, que descubrió quiénes son Chad Michael Murray y Milo Ventimiglia, nuestros crushes de juventud.
Podríamos haberle regalado a Jose unas gafas de realidad virtual y recrear el ambiente de Delirio para amortiguar las consecuencias de estar encerrados sin salir, pero mejor dejar las cosas como están. Con la vuelta a la normalidad, todos tendremos más ganas de estar con nuestro amigo en su día, aunque ese día se celebre más adelante.
Porque es un chico excelente.
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