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La nevada del siglo en Madrid y nosotros con covid

  • Foto del escritor: Lucía P. Álvarez
    Lucía P. Álvarez
  • 9 ene 2021
  • 2 Min. de lectura

La mañana de Reyes de 2021 me desperté con un regalito: un dolor de cuerpo que me recorría de los pies a la cabeza. Fue el peor 6 de enero que recuerdo desde aquel en el que no me llegó el Scalextric que había pedido a los Reyes y mis padres alegaron que los camellos no podían con una caja tan grande.


Cuando se lo dije a Belén e Iván nos entró la risa nerviosa. “Poca broma”, añadimos ante la inverosimilitud totalmente verosímil de la situación. “Poca broma” es una muletilla verbal que alguno de los tres empezó a decir hace tiempo y que resulta igual de contagiosa que el covid. Con el “poca broma” expresamos falsa sorpresa o estupor ante algo que se veía venir cuando nos damos cuenta de que va a tener consecuencias. Como el covid.


La tragedia se venía mascando unas horas antes, cuando Iván empezó a tomar paracetamol y manifestó una considerable pérdida de habilidades olfativas. “Verás tú. Poca broma, José Luis”, no paraba de decir. No tengo ni idea de quién es José Luis. A veces se refiere a José Luis Joyeros, el comercio, vete tú a saber por qué. Belén, recién llegada después de una temporadita en casa, decía entre risas: “No me jodais, que acabo de llegar. Poca broma”. Pero el mal ya estaba hecho y mi amiga, una persona con salud de hierro a la que no he visto ni con un resfriado en 15 años de relación, tampoco se salvó.


Crónica de una enfermedad anunciada:


6 de enero. Doy vueltas en la cama con tremendo gripazo mientras veo vídeos de unos señores con pieles de bisontes en la cabeza tomar el Capitolio de Estados Unidos, instigados por Donald Trump. El covid ya no tiene mucha importancia.


7 de enero. Llamamos a nuestro médico de cabecera. Nos da cita para hacernos un test de antígenos al día siguiente.


8 de enero. Sorteamos la nieve que empieza a caer para que nos confirmen lo que ya sabíamos: positivo en coronavirus. Por la noche, desde detrás de la ventana, vemos como unos chavales se tiran en trineo por la pronunciada pendiente de nuestra calle.


9 de enero. Belén es la última en caer. Paradójicamente, mientras al otro lado de la ventana hay 20 centímetros de una espesa capa blanca y están a -1ºC, Belén llega a los 38,5ºC.


Poca broma.





 
 
 

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©2020 por Lucía Pérez Álvarez

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