La nevada del siglo en Madrid y nosotros con covid (II)
- Lucía P. Álvarez
- 16 ene 2021
- 3 Min. de lectura
La “broma” por estar infectados de coronavirus se convirtió finalmente en una situación rocambolesca aquí en nuestro pisiño de Lavapiés, pues se vio afectada también por la actuación de la madre naturaleza, que, permítanme decirlo, tan sabia no es.
Rebobino para recordar que esta ha sido mi tercera cuarentena* en menos de un año, después de la global de marzo-mayo y la de la primera semana de agosto por el positivo de un amigo. Finalmente, a la tercera fue la vencida y me contagié. En una semana tuve todos los síntomas de covid que indica Google cuando lo buscas atemorizada, pensando que te vas a morir, excepto por la tos y la diarrea. Estuve tres días en la cama con el cuerpo tronzado, una mañana con fiebre y cuatro días sin olfato ni gusto. Ese fue el clímax: un día me hice un café al despertarme y, si cerrase los ojos, aquello podría haber sido agua o lejía. Después pasé a tener una intensa presión en el pecho y dificultad para coger aire, aunque no descarto que en realidad se debiese a una crisis de ansiedad y no al virus. El “conoravirus”, como dice mi ahijada Lía, me ha dejado dos secuelas: sensación de ser asmática y adelgazar cuatro kilos.
He ido mejorando progresivamente, pero Iván no ha recuperado el sentido del olfato completamente (es vendedor de perfumes, trabaja con él) y Belén no para de toser mientras sigue trabajando y se lamenta por haber tenido que posponer otra vez su cita con una persona de nombre extraño.
Nuestra experiencia con el covid se convirtió en una sucesión de eventos hilarantes porque coincidió con la Gran Nevada de Madrid, esa que ha colapsado la ciudad entera. Y ahí empieza lo gracioso. Tres convivientes infectados por covid tienen que guardar estricto confinamiento domiciliario para no contagiar a nadie. No obstante, la baja médica no se envía por correo electrónico, sino que alguien debe ir a recogerla presencialmente al centro de salud. También debe ir alguien a la farmacia para comprar los medicamentos que necesitamos para combatir los efectos del covid. También debe ir alguien a la compra porque necesitamos comer y las calles están bloqueadas por el hielo y la nieve, así que ningún supermercado ni Amazon reparte a domicilio. Ni vienen a recoger la basura que se acumula en los portales. La combinación de coronavirus y nieve se puede resumir, por tanto, en el dicho “éramos pocos y parió la abuela”. Pero es que además, todos los test PCR se cancelaron porque la nieve colapsó los accesos a los centros de salud y las muestras no podían llegar a los laboratorios. Por tanto, Belén (que se siente discriminada por no ser madrileña adoptiva) no se hizo ningún test y no ha podido confirmar su positivo.
Y ahora, que lo único que deseamos es salir a la calle y recuperar los días perdidos, no sabemos cuándo se acaban nuestros 10 días de aislamiento. Según mi doctora, desde mi positivo si no tengo ya ningún síntoma. Según la de Belén, desde que Iván y yo manifestamos malestares. Pero es que si Belén da positivo en el test que finalmente le van a hacer (dos semanas después), dicen que vamos a tener que recontar de cero otros 10 días encerrados. Nuestro único consuelo es ya que tenemos cuatro botellas de Albariño en la nevera.
Momentos de crisis existencial milenial. A Iván le entró el mono de un cocainómano por comer Ruffles sabor jamón y no poder salir a comprarlas. Yo me pregunté por qué me tratan mal si no he hecho nada para merecerlo. Dos noches seguidas estuvimos en la habitación de Belén debatiendo sobre el sentido de nuestra vida en Madrid porque escucharon la canción de Xoel López que dice “dejarlo todo y volver a empezar” y ahora se lo han puesto como mantra. Y ayer vimos Soul, lo que nos hizo seguir reflexionando sobre a dónde se dirige nuestra vida, si debemos o no conformarnos, si debemos o no disfrutar de las pequeñas cosas… Y así todo el rato.
Por el momento, el primer paso ha sido retirar la decoración navideña de unas navidades que no han existido nunca. Es 16 de enero de 2021 y el año todavía no ha empezado para nosotros.
*Me gustaba cuando solo veía el término “cuarentena” en libros de ciencia ficción.
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