Primera quincena en Stars Hollow
- Lucía P. Álvarez
- 27 mar 2020
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 13 abr 2020
Hemos cumplido los primeros quince días de aislamiento, supuestamente el tiempo máximo de incubación del coronavirus. Entre unas cosas y otras, la quincena se nos han pasado volando y ahora solo queda seguir en casa y esperar a que la tendencia de la curva de infectados empiece a aplanarse. Nuestro trabajo aquí está hecho.
Esta situación nos ha llevado a todas a ser un poco hipocondríacas, aunque en realidad no hemos tenido síntomas del virus. Fani, Elena y yo hemos tenido tos, pero se ha quedado ahí. A Elena le han salido unos granitos en la oreja que le pican, pero no parece que tenga nada que ver con esto. Belén tiene un poco de agorafobia y no quiere salir de casa a bajar la basura. Fani y yo nos quemamos un dedo con el horno. Pero por lo demás estamos perfectamente. Tranquilas, mamás.
Empecé el confinamiento con el ánimo de hacer todas mis tareas culturales pendientes. Quería leer muchos libros obligatorios y hacer algún ciclo de cine clásico tras mi suscripción a Filmin, pero lo estoy llevando regular porque Lorelai y Rory Gilmore se han interpuesto en mi camino hacia el postureo intelectual. Los días de confinamiento me están ayudando a conocer esa parte de mí que en el fondo conozco pero que siempre niego: lo prejuiciosa que soy. Así que ayer, mientras lloraba con un capítulo de Las Chicas Gilmore (una serie que yo consideraba insustancial a pesar de la recomendación de Marina y Paz y que a Marlen le sorprende que vea), me llevé un golpe de realidad de lo superficial que soy y lo equivocada que estoy. Ha influido también que Lorelai ha vuelto con Max Medina después de dejarlo y que el miércoles me enteré de que sí, Timothée Chalamet también era mentira y en realidad es un trepa de Hollywood.
Y es que, a decir verdad, estos últimos días me he aburrido ya de la rutina que he creado entre semana para no ver mucho las terribles noticias de la prensa. Me levanto prontísimo (como siempre), desayuno, escribo, leo Cumbres borrascosas, hago la comida para cuatro, veo una película, hago ejercicios de portugués, a veces me uno a la rutina de entrenamiento de Patry Jordan, salgo a aplaudir al balcón, ceno y veo Las Chicas Gilmore. Pero ahora viene el fin de semana, las chicas no teletrabajan y cambiaré la dinámica. Y las dos próximas semanas del estado de alarma tendré que invertir esta cotidiana monotonía para evitar hacer cosas que no quiero, como utilizar en exceso las redes sociales.
Siendo totalmente egoísta y frívola, debo decir que me refugio en series y en libros para no pensar en lo que ha implicado esta cuarentena. Porque ahora mismo estaría con amigos en un avión camino a ver a Aitor y pasar un fin de semana de celebraciones. Estaría recargando mi abono joven del metro por última vez para alargarlo un mes más. Estaría dejando atrás mi vida anterior empezando a hacer cosas nuevas, pero todo se ha cancelado y he vuelto al punto de partida.
Así que mejor pensar que me quedan otros quince días para ver las seis temporadas que me quedan de Las Chicas Gilmore.

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