¿Qué vas a hacer cuando se acabe esto?
- Lucía P. Álvarez
- 5 may 2020
- 3 Min. de lectura
“Lo primero que quiero hacer cuando se termine la cuarentena es…”. Así empezamos una conversación en el piso nuestro primerísimo día de aislamiento, el 13 de marzo. Escribo esto 54 días después, sabiendo que la cuarentena no se termina de la noche a la mañana, sino a través de una desescalada por fases y dependiendo de la provincia. Así pues, lo que nos preguntamos aquel día no tiene mucho sentido ahora, pero sirve para hacer un ejercicio sobre nuestra evolución y recordar nuestras expectativas iniciales.
Aquella primera semana teníamos sensaciones confusas entre alarmismo, sorpresa y la sensación de tener un reto por delante. No estábamos seguras de poder aguantar sin salir a dar una vuelta (al final lo hicimos durante 50 días y sin despeinarnos), por eso nos imaginábamos que nuestro regreso sería especial y que el confinamiento nos cambiaría el carácter.
Las chicas son gente de gustos sencillos. Aquel día, Fani dijo que lo primero que haría al volver sería tomar algo en La Latina (no pudo, pero lo podrá hacer en la fase 1) y Elena comentó que le gustaría estar en la naturaleza y dar un paseo largo, aunque fuese por Madrid Río (no pudo, los parques están cerrados). La que más se acercó a la realidad final fue Belén, que dijo que simplemente le gustaría “salir a pasear”, aunque en aquel momento no tenía ganas y decía sentir un poco de agorafobia, asegurando que “ahora mismo prefiero una tostada de Nutella a salir a la calle”.
Cuando ya llevábamos un mes aisladas sin salir de casa, a mediados del mes de abril, las necesidades de las chicas cambiaron un poco. Fani y Belén querían ir a la playa, aunque solo fuese por ver el mar. De hecho, Fani cambió el tomar algo en la Latina por tomar algo en un chiringuito de una playa de Burdeos que acabábamos de ver en una película francesa, mientras que Belén pedía ver el atardecer en nuestra playa, la de Cesantes. Elena, por su parte, quería seguir estando en la naturaleza, corretear por el monte sin que hubiese nada alrededor y quitarse la claustrofobia, pero cambiaba Madrid Río por Soutoxuste.
El primer día de desescalada, el 2 de mayo, pudimos salir a las ocho de la tarde y pasear por el jardín de las Vistillas y la Latina. No pudimos tomar nada, ni ver el mar ni tocar la arena, pero vimos algo de naturaleza madrileña durante el atardecer. También avistamos un dron de la policía en el puente de Segovia que nos advertía sobre las normas del distanciamiento social. Porque sí, se podía salir a pasear, pero no podíamos olvidarnos de estar viviendo en una distopía.
Por otro lado, aquel primer día fantaseamos también con cambiar de personalidad durante la cuarentena, una teoría que tenía Elena. “¿Os imagináis que nos pasan cosas locas al acabar esto?”, empezó. Sobre mí pensó que durante el confinamiento me haría súper religiosa, según ella algo muy loco porque soy muy racional y no tendría sentido (tranquilos, no ha pasado). Sobre Fani pensó en la remota posibilidad de que empezase a defender políticas en contra de las empresas, algo que nos hace gracia porque sí que ha pasado en algún momento de la cuarentena. Sobre Belén pensó que sería loquísimo que, a la vuelta, empezase a fijarse en otro prototipo de chicos. Esto no es nada escandaloso, simplemente creo que está motivado porque Elena bromea con que Belén y yo tengamos una relación amorosa en algún momento de nuestra convivencia juntas.
Esa sí que sería una buena anécdota de cuarentena.
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