"Solo queda Coronita, agente"
- Lucía P. Álvarez
- 26 mar 2020
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 13 abr 2020
La semana previa a la declaración del estado de alarma, la gente corrió a los supermercados como si nos fuesen a imponer una cartilla de racionamiento. Pero no estamos viviendo una guerra, sino un confinamiento para prevenir el contagio, así que lo primero en agotarse fue el papel higiénico, la pasta y las cervezas.
Las redes sociales se llenaron de fotos de Mercadonas vacíos, pero nosotras tenemos mala suerte hasta para eso. Porque nuestro supermercado más cercano es un Día, una cadena de alimentación que está arrasada todos los días del año. Por tanto, estamos viviendo el desvalijamiento de lo desvalijado.
El primer día que hice una espadita al supermercado sentí que hacía algo clandestino. Me puse la mascarilla que me dieron en el museo, una cosa realmente incómoda, y los vecinos que me vieron por la calle me miraron como a una loca hipocondríaca. Guardé cola en la puerta del Día (ahora tiene aforo) y entré con una lista de la compra para cuatro personas. El supermercado está distribuido de tal forma que ya empiezas desmoralizado desde el principio. Después de la sección de las verduras viene la balda de las cervezas y, guess what, solo quedaba un mísero botellín de Coronita. O le cambian ya el nombre a la marca o se les avecina la quiebra. Totalmente desmotivada, vagué por los pasillos con mi carrito semivacío y terminé en la máquina de zumo de naranja que, evidentemente, me cargué en otro momento de mala suerte. Desde aquí pido perdón a mis vecinos por dejar otra cosa fuera de servicio.
El segundo día que fui al supermercado tuve más suerte. Y es que, a estas alturas, una ya celebra que queden un par de Estrella Galicia 1906 como si fuese el gol de Sergio Ramos en La Décima. Escribiendo esto así parece que me estoy convirtiendo en Ernest Hemingway y voy a acabar la cuarentena alcoholizada y con ganas de ir a los toros, pero es que realmente lo único emocionante de bajar al supermercado es encontrar productos de la tierriña.
Como nos estamos quedando sin ideas para hacer comidas, las chicas hicieron ayer una larga lista de la compra. “Hay que comprar Nutella, que me han dicho que en Italia ya no queda”, dijo Belén desde su habitación. “Sí, y hay que comprar otra botella de vermú”, añadió Elena. No nos juzguéis, estos son nuestros caprichitos ahora.
Sin embargo, resulta que el mercado del barrio y el Día cierran sus puertas a las siete de la tarde, por lo que nos quedamos sin lo que queríamos. Elena se acercó a los cuatro agentes de policía que escoltan el parque de Madrid Río para preguntar si podíamos coger el coche e ir a un Carrefour. Con actitud altiva, un agente le dijo que “tuviera dos dedos de frente” y que comprase en el supermercado más cercano. Cuando le contestó que ella teletrabaja durante el horario de apertura del Día, el policía exclamó: “Pues no sé, a mí es que me hace compra mi chavala. Que te la haga alguien”. Totalmente indignada por la contestación chulesca del agente, Elena se dio la vuelta camino a casa. “¡Pero chica, no cruces el semáforo en rojo!”, le regañó. Si le llegan a multar por saltarse las normas de tráfico en una carretera vacía, estaríamos hablando ya de una comedia absurda de los Monty Python.
“¿Os imagináis que ahora sale Juan y Medio y empieza a sonar la música de la gala Inocente, Inocente?”, soltó ayer Elena mientras cenábamos tranquilamente confinadas.
Ti-ri-ri. Ti-ri-ri. Ti-ririririririri-ti-riiiiii-ti-riiiiiiiiiiiiiiiiiii. Ojalá esto fuese una cámara oculta y al final alguien me regale un ramo de flores.
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